Martín Lutero nació en un mundo dominado por la Iglesia Católica. Para el Lutero auténticamente espiritual, la promesa de la Iglesia sobre la salvación es irresistible. Atrapado y aterrorizado por la posibilidad de una muerte inminente, realiza los votos para convertirse en monje. Pero después de ingresar en un monasterio, Lutero duda que la Iglesia pueda realmente ofrecerle la salvación. Su opinión se consolida aún más cuando viaja a Roma y se encuentra con la capital del Catolicismo sumergida en la corrupción. Desesperado, Lutero encuentra desahogo en las páginas de la Biblia, descubriendo que no es la Iglesia, sino su propia fe lo que garantizará su salvación. Con esta revelación, se vuelve contra la Iglesia. Ataca la práctica de vender indulgencia en sus famosas 95 Tesis, poniéndose a sí mismo en un camino irreversible de conflicto con la institución más poderosa del momento.

La Iglesia Católica utiliza todo su poder para acallar a Lutero, utilizando incluso acusaciones de herejía y excomulgación. Protegido por su soberano, Federico el Sabio, Lutero continúa escribiendo críticas radicales sobre la Iglesia. Mientras, desarrolla un nuevo sistema de fe que posiciona la libertad del creyente liberal sobre los rituales de la Iglesia. Ayudado por los medios de comunicación escritos recientemente inventados, su idea se extiende rápidamente. Es llamado ante el Parlamento Imperial alemán en la ciudad de Worms y se le advierte que debe retractarse. Arriesgándose a la tortura y a la ejecución, Lutero lo rechaza, proclamando su inalienable derecho a creer en lo que desee. Su postura se convierte en una leyenda que inspira la revolución en toda Europa, derrocando a la milenaria hegemonía de la Iglesia. Pero a medida que la reforma se expande en un movimiento para la libertad social, Lutero se encuentra abrumado por el buen ritmo del cambio, y se le permite que declare que sus seguidores deberían involucrarse con Dios.