La vida de la joven Victoria se transforma completamente cuando se convierte en reina. Ya no está escondida en el Palacio Kensington y aunque su madre y el consejero de esta, Conroy intentan reinar a través de ella Victoria está determinada a ser independiente. Pero su inexperiencia la llevará a cometer errores e incluso algún escándalo.

Victoria está devastada por la renuncia de Melbourne a su puesto de Primer ministro. Mientras traza un arriesgado plan para recuperar a Melbourne, su tío Cumberland y Conroy conspiran contra ella para alejarla del poder.

Cuando el tío de Victoria le propone a su hijo Alberto como futuro marido, los pretendientes se abalanzan, desesperados por ganar la mano de la reina. A pesar de que Victoria está determinada por reinar sola, su tío Leopoldo sospecha que su indiferencia por el matrimonio tiene algo que ver con la buena relación entre Melbourne y ella.

En la recta final de su embarazo Victoria trata de preservar su independencia hasta que una amenaza contra su vida la sume en el miedo. Además debe lidiar con su sobreprotector marido mientras trata de atender las necesidades de su pueblo.